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El Cardenal Arzobispo de Madrid, D. Carlos Osoro Sierra presidió anoche el Funeral por el padre Gonzalo Raymundo Esteban, E.P. en la Parroquia de San Ginés. Concelebraron con el Purpurado, el Obispo emérito de Carora, Venezuela, Mons. Luis Alfonso Tineo, diez y seis sacerdotes de Madrid y el Deán de la Catedral Primada de Toledo.

En su Homilía el Cardenal Osoro recordó que había conocido al padre Gonzalo Raymundo en Asturias, siendo Arzobispo de Oviedo, antes de que el Padre Gonzalo fuese sacerdote y que desde allí supo valorar su disponibilidad y entrega a la Iglesia que lo llevaría después, a ser misionero en América. “Para mí es una gracia poder escuchar la Palabra del Señor. Poder durante este tiempo, a partir de que me enteré de su enfermedad y de su estancia en el Hospital rezar por él, estar al tanto de cómo iba evolucionando su vida. Y sobretodo el modo con que afrontó ese momento de su vida, en el que él sabía que estaba cerca el momento de entregársela al Señor.

Es precioso y muy bello poder proclamar la grandeza del Señor -como hace un momento escuchábamos en el Salmo Responsorial- porque al fin y al cabo, esto es lo que intentáis hacer con vuestra vida y con vuestro carisma los Heraldos: proclamar esa grandeza, en circunstancias diversas . Pero además, esa grandeza la sabéis entregar acercando a nuestra vida a la Santísima Virgen María, que es la que mejor, con más intensidad, con más fuerza, con más hondura supo proclamar la grandeza del Señor, tal como nos dice ese canto precioso, que tantas veces repetimos entre nosotros como es el Magnificat”.

Misan funeral por D. Gonzalo Raymundo Esteban, E.P.

D. Gonzalo Raymundo Esteban, E.P. era un sacerdote Heraldo Español…

El deber cumplido

El deber cumplido

Quienes participamos de la Misa por el eterno descanso del alma del Rvdo. D. Pedro Paulo de Figueiredo, E.P., el 29 de junio en la Basílica de la Concepción de Nuestra Señora en la calle Goya de Madrid, salimos de la Eucaristía con una idea clara en el espíritu: lo que en la vida realmente vale y es importante, es haber cumplido con lo que Dios espera de cada uno.

Fue una celebración muy digna, presidida por el Cardenal Arzobispo, D. Carlos Osoro Sierra y concelebrada por tres de sus Vicarios Episcopales, tres Sacerdotes Heraldos del Evangelio y otros once sacerdotes. La belleza del templo, la luz que atravesaba las vidrieras y la armonía de las músicas y cantos del coro de los Heraldos, elevaban las almas hacia las consideraciones más altas que la muerte nos recuerda: la importancia del destino final.

El Cardenal Carlos Osoro señaló en su homilía que nos reunimos “esta tarde, en esta fiesta entrañable, de San Pedro y San Pablo, apóstoles de Cristo, testigos del Señor, anunciadores con sus vidas de la Buena Noticia que es el mismo Jesucristo. Pero estamos reunidos también para recordar y rezar por Don Pedro Paulo de Figueiredo, que ha estado con nosotros tanto tiempo. Y que esta pandemia le ha hecho sufrir esta enfermedad y entregar la vida a Nuestro Señor Jesucristo”. Y en base a las lecturas del día señaló que en primer lugar, nos dice el Señor que vivamos de la fuerza, de la gracia y del poder de Nuestro Señor Jesucristo. En segundo lugar, el Señor nos invita a vivir también en nosotros, de la fuerza que tiene la Resurrección de Cristo, el no tener miedo a nada. Y en tercer lugar el Señor en el Evangelio nos invita a vivir en la cercanía y en la comunión con Nuestro Señor Jesucristo”.

Recordó como Don Pedro Paulo -que fue Superior de los Heraldos del Evangelio y de la Sociedad de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli en España- había respondido a la llamada del Señor y vivió esa cercanía y esa Comunión con la Iglesia y con Nuestro Señor Jesucristo.

Viendo tantas personas de tan diferentes edades, pero con una misma Fe y que siguen el carisma al cual Don Pedro Pablo se dedicó por entero siguiendo al Prof. Plinio Corrêa de Oliveira y a Mons. João S. Clá Dias, pensaba cómo es verdad que la Iglesia es un inmenso y caudaloso río, en el cual se van sucediendo las aguas, pero siguen el mismo curso rumbo al mar. Don Pedro Paulo pertenece ya, así lo esperamos por la Misericordia de Dios, a la Iglesia triunfante. Muchos otros, muy jóvenes, que pertenecen a los Heraldos del Evangelio siguen con alegría dentro de ese río. Los que se marchan a la Eternidad son un ejemplo para continuar dando todo en el servicio de la Iglesia y por tanto de Nuestro Señor Jesucristo.

Acompañaron a los Heraldos en la Eucaristía el Ministro Consejero de la Embajada del Brasil, la presidenta y la secretaria del Foro de Laicos de España, y representantes de varias realidades apostólicas de Madrid con quienes los Heraldos del Evangelio mantienen relaciones de amistad, en un clima de eclesialidad y reconocimiento mutuo.

Cinco décadas de evangelización, cinco décadas de entrega a la Santísima Virgen María y a Dios Nuestro Señor, cinco décadas del deber cumplido, que fueron recordadas con la oración y la estima de tantos, para comenzar por el Cardenal Arzobispo y los sacerdotes que con él concelebraron. Sin duda, al final de la vida, nada como poder mirar hacia atrás y ver que se ha cumplido con el deber. Como católico, como sacerdote y como Heraldo del Evangelio.

¡Descanse en Paz!