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El deber cumplido

El deber cumplido

Quienes participamos de la Misa por el eterno descanso del alma del Rvdo. D. Pedro Paulo de Figueiredo, E.P., el 29 de junio en la Basílica de la Concepción de Nuestra Señora en la calle Goya de Madrid, salimos de la Eucaristía con una idea clara en el espíritu: lo que en la vida realmente vale y es importante, es haber cumplido con lo que Dios espera de cada uno.

Fue una celebración muy digna, presidida por el Cardenal Arzobispo, D. Carlos Osoro Sierra y concelebrada por tres de sus Vicarios Episcopales, tres Sacerdotes Heraldos del Evangelio y otros once sacerdotes. La belleza del templo, la luz que atravesaba las vidrieras y la armonía de las músicas y cantos del coro de los Heraldos, elevaban las almas hacia las consideraciones más altas que la muerte nos recuerda: la importancia del destino final.

El Cardenal Carlos Osoro señaló en su homilía que nos reunimos “esta tarde, en esta fiesta entrañable, de San Pedro y San Pablo, apóstoles de Cristo, testigos del Señor, anunciadores con sus vidas de la Buena Noticia que es el mismo Jesucristo. Pero estamos reunidos también para recordar y rezar por Don Pedro Paulo de Figueiredo, que ha estado con nosotros tanto tiempo. Y que esta pandemia le ha hecho sufrir esta enfermedad y entregar la vida a Nuestro Señor Jesucristo”. Y en base a las lecturas del día señaló que en primer lugar, nos dice el Señor que vivamos de la fuerza, de la gracia y del poder de Nuestro Señor Jesucristo. En segundo lugar, el Señor nos invita a vivir también en nosotros, de la fuerza que tiene la Resurrección de Cristo, el no tener miedo a nada. Y en tercer lugar el Señor en el Evangelio nos invita a vivir en la cercanía y en la comunión con Nuestro Señor Jesucristo”.

Recordó como Don Pedro Paulo -que fue Superior de los Heraldos del Evangelio y de la Sociedad de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli en España- había respondido a la llamada del Señor y vivió esa cercanía y esa Comunión con la Iglesia y con Nuestro Señor Jesucristo.

Viendo tantas personas de tan diferentes edades, pero con una misma Fe y que siguen el carisma al cual Don Pedro Pablo se dedicó por entero siguiendo al Prof. Plinio Corrêa de Oliveira y a Mons. João S. Clá Dias, pensaba cómo es verdad que la Iglesia es un inmenso y caudaloso río, en el cual se van sucediendo las aguas, pero siguen el mismo curso rumbo al mar. Don Pedro Paulo pertenece ya, así lo esperamos por la Misericordia de Dios, a la Iglesia triunfante. Muchos otros, muy jóvenes, que pertenecen a los Heraldos del Evangelio siguen con alegría dentro de ese río. Los que se marchan a la Eternidad son un ejemplo para continuar dando todo en el servicio de la Iglesia y por tanto de Nuestro Señor Jesucristo.

Acompañaron a los Heraldos en la Eucaristía el Ministro Consejero de la Embajada del Brasil, la presidenta y la secretaria del Foro de Laicos de España, y representantes de varias realidades apostólicas de Madrid con quienes los Heraldos del Evangelio mantienen relaciones de amistad, en un clima de eclesialidad y reconocimiento mutuo.

Cinco décadas de evangelización, cinco décadas de entrega a la Santísima Virgen María y a Dios Nuestro Señor, cinco décadas del deber cumplido, que fueron recordadas con la oración y la estima de tantos, para comenzar por el Cardenal Arzobispo y los sacerdotes que con él concelebraron. Sin duda, al final de la vida, nada como poder mirar hacia atrás y ver que se ha cumplido con el deber. Como católico, como sacerdote y como Heraldo del Evangelio.

¡Descanse en Paz!