Un rayo de esperanza y un ejemplo de fe

Al acercarse la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, vemos en Ella un rayo de esperanza y un ejemplo de fe, ante un mundo que ha hecho del orgullo y la sensualidad su “alegría” de vivir. Una oportunidad para entrar en el corazón de la gracia de Dios, por medio de la meditación.

María se supo amada y, fiel a esa gracia, supo darse por entero, como recompensa a esa entrega íntegra, en gratitud a su Fiat recibió a Jesús, el fruto bendito de su vientre. Y lo recibió como mensajero de la Paz y de la Esperanza, de la Salvación y de la Vida eterna.

A veces en nuestro interior, fruto de la vorágine en que vivimos, pues estamos en un mundo que ha hecho del orgullo y la sensualidad su “alegría” de vivir, nos asalta en nuestro interior un interrogante, ¿me siento amado?, ¿Dios se acuerda de mí?, ¿de verdad María es mi Madre? ¿Hay alguien que nos ame por entero y gratuitamente?

Ella, en esta fiesta de la Inmaculada nos recuerda que el Padre, por su intermedio, también nos quiere Inmaculados, abiertos a recibir de Él todas las gracias que quiere derramarnos, como a su Madre, en plenitud. Fue por esa fidelidad que recibió al Salvador y quiere, como Madre buena que es, que también engendremos en nuestro corazón al Mesías prometido, siendo y estando en la plenitud de la gracia. Por eso te animo, desde la confianza y la esperanza que debemos tener en tan buena Madre estar y tener dispuesta tu alma en la gracia, para poder abrirle el corazón y recibir en él a Jesús en nuestro día a día. Él puede transformarnos si, con humildad y confianza ponemos nuestros ojos en la que es la llena de gracia, María.

Ella lo recibió no sólo espiritualmente sino física y materialmente, nosotros podemos también recibirlo espiritualmente pues ¿quiénes son mi madre y mis hermanos?, son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”.

A veces sentimos la “ausencia” de Dios, la “lejanía” de María y sin embargo no llegamos a atisbar que Dios, desde toda la eternidad, ha pensado en ti, y, no satisfecho de entregarse Él por entero, quiso dejarnos una Madre, Inmaculada y Santa, Hijo, ahí tienes a tu Madre; Madre, ahí tienes a tu hijo, para que, como Ella, podamos estar en plenitud de gracia y de amor por su Hijo.

Ella es la llena de gracia, aquella que ha encontrado gracia delante de Dios, y es Ella la que viene ahora, en esta solemnidad de la Inmaculada, a ofrecerte lo que tiene de mejor, el fruto bendito de su vientre, la plenitud de la Gracia.

Toda la bondad del universo, en el más alto grado que se pueda concebir en una criatura, reside en la Inmaculada Concepción, en su humildad de esclava, a fin de abrir las puertas de par en par al Rey de la Gloria, quiere hacer de ti y de este mundo una imagen del Cielo.

Que la Madre de la Divina Gracia te conceda el don de saberte siempre amado por Cristo que nacerá y será el fruto de la siempre Inmaculada. Si deseas profundizar sobre este don del amor, la gracia de Dios, puedes recibir una serie de 9 meditaciones en audio, presentadas por Hozana, haciendo clic aquí.

Carmelo Callejas, por Hozana Heraldo del Evangelio 24 de noviembre, 2020